Tomado con autorización de los autores, de www.votolimpio.info
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Si la democracia se midiera solamente por el número de elecciones
efectuadas, sin duda alguna, Venezuela sería el mejor ejemplo de ésta:
Desde 1998 se han celebrado 3 elecciones presidenciales, 4 parlamentarias, 5 regionales y 6 Referendos.
El 7 de Octubre los venezolanos participarán en una nueva elección,
ésta para escoger al Presidente de la República para el período
2013-2019.
El problema es que el concepto de democracia está tan
estrechamente identificado con los procesos electorales que olvidamos
que, durante la historia moderna, las elecciones han sido una pieza
clave tanto para la consolidación de las democracias como para el
afianzamiento de algunos regímenes autoritarios.
Los regímenes autoritarios -dictaduras electorales- no practican la
democracia en el sentido estricto de la palabra pero tampoco recurren,
necesariamente, a una absoluta y abierta represión. La apariencia de
legitimidad democrática la consiguen mediante la organización periódica
de elecciones. Sin embargo, estas elecciones siempre están bajo
estrictos controles autoritarios lo cual les permite consolidar su
poder. El propósito no es otro que cosechar los frutos de la legitimidad
electoral sin tener que correr los riesgos de la incertidumbre
democrática.
Debe quedar muy claro que estos regímenes no representan formas limitadas, deficientes o distorsionadas de la democracia. Estos regímenes, simplemente, representan gobiernos autoritarios. Es necesario abandonar las "etiquetas engañosas"
y asumir la naturaleza no-democrática de estos sistemas de gobierno con
toda la seriedad del caso y adoptar una nueva perspectiva con respecto a
las premisas que sustentan el concepto de elecciones auténticamente
democráticas.
LA CADENA DE LA ELECCIÓN DEMOCRÁTICA
Para que un proceso electoral pueda ser clasificado como una elección democrática, éste debe cumplir con 7 requisitos:
debe tener un objetivo claro, debe ofrecer un rango amplio de opciones,
debe permitir que los electores formen, de manera libre, sus
preferencias, debe permitir que la participación sea, para todos, en
igualdad de condiciones, debe ofrecer libertad para que los electores
puedan expresar sus preferencias, debe ponderar todos los votos por
igual y debe producir resultados tangibles e irreversibles.
Estos requisitos abarcan todas las etapas del proceso electoral y
toman en cuenta todas sus dimensiones: partiendo desde la razón de ser
de la elección y terminando con el impacto que tiene ésta sobre la
sociedad que participa en ella. En conjunto, estas condiciones forman una cadena metafórica que, al igual que una cadena real, se mantiene unida sólo en la medida en que de cada uno de sus eslabones permanezcan unidos e intactos.
Los regímenes autoritarios buscan romper cualquiera de esos
eslabones y para ello, recurren a un gran número de tácticas que le
permiten extraer "la esencia" democrática a las contiendas electorales. Si lo logran, los ciudadanos se encuentran frente procesos eleccionarios de carácter fraudulento.
Es de suma importancia resaltar que cualquier sesgo en la
administración de las elecciones - el cual puede tener lugar en
cualquier etapa del proceso - DEBE ser considerado como
un acto fraudulento ya que, por su naturaleza, desvirtúa las
preferencias de la ciudadanía al negar los derechos plenos de un grupo
de ciudadanos mientras amplifica los derechos de otros.
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