Iñaki Gainzarain - @igaztelu
Los sucesos de Morón del miércoles 15-09-2011 no pueden pasar agachados. No pueden ser minimizados sociológicamente; y políticamente hablando, no pueden ser invisibilizados.
David Morán, en su acertado artículo “Cuando Morón se volvió una Somalia", habla del país de los saqueos relámpagos, de las explosiones sociales que destruyen lo que les rodea, pero que en ningún momento afectan al poder político, precisamente por la complicidad de éste en la impunidad de los hechos, y por la eficacia de éstas acciones en la disminución de la tensión social imperante.
Morán finaliza su artículo con una pregunta, ¿Quién le señala al pueblo otro camino?
Esta inquietud, en esencia, sintetiza la larga espera que tenemos por la aparición de un nuevo pacto intergeneracional, con un programa político adaptado a la “Lumpen Venezuela”.
Ahora bien, por qué no nos colocamos por un segundo en la cabeza de cualquiera de los niños presentes en esos carros que sufrieron los ataques repentinos y fugaces en Morón.
Imaginemos por un momento que vamos rodando por esa carretera llegando a la redoma “Las moscas”, con hijos menores y esposa, y que de pronto se paraliza el tráfico por un buen tiempo. Al principio es como normal... Cuántas veces no has quedado atrapado en una de las tantas colas que crean diariamente las protestas del país. Al rato, tu esposa se impacienta y empieza a soltar improperios por el retraso que van a tener. Tú a su vez, le mentas la madre a más de uno, empezando por el que te conté... Tus hijos menores en cambio, todavía siguen jugando tranquilos, en su mundo mágico, que lo soporta todo, bueno, casi todo.... Y va transcurriendo la crisis como siempre, hasta que de pronto, en esta oportunidad pasa algo distinto: se estremece el carro, estallan los vidrios, y cunde el pánico en toda la cola. En instantes pasan, de lo que aparentaba ser una “tranca bolivariana” más, a una película de terror, llena de imágenes y sonidos difíciles de olvidar, con sus explosiones de balas, gritos, gente atracada y herida. Todos atrapados por un ruido atronador que viene devorando gandolas, camiones, carros, y todo lo que se les atraviese. Lo que prometía ser un atardecer más de Morón, terminó en una desgracia colectiva.
En medio de la tormenta, te volteas a taparles los ojos a tus hijos, y abrazas con la misma a tu mujer. Al rato todo pasa. No has sufrido daños que lamentar, va desapareciendo la cola, y reinicias tu marcha rodando alrededor de los restos de la caravana de gandolas deshuesadas.
Llegas a tu destino, y cuando crees que lo difícil ya pasó, tu hijo de 12 años te pregunta: papá, ¿por qué nos atacaron? ¿por qué los policías no hicieron nada?
Entonces, empieza lo difícil.
Hijo, los venezolanos nos estamos acostumbrado al miedo y al silencio. Eso que vivimos se llama saqueo, explosión social. Unos contra otros, sin que la policía haga nada. Gente que no tiene culpa de lo que le está pasando a ese pueblo, quedó atrapada por su furia y rencor.
Papá, ¿y eso por qué?
Hijo, ¿cómo explicártelo? En mi época de estudiante, la mayoría nos portábamos bien, pero unos cuantos saboteaban cuando podían. Pero el profesor ponía orden, llamaba a los padres de los que se portaban mal para que supieran lo que estaban haciendo sus hijos, y si hacía falta expulsaba a alguno de los rocheleros por unos a días.
Papá, pero eso ya no es así.
Es verdad. Ahora en muchos colegios y liceos, cuando el profesor llama a los padres de los muchachos revoltosos para pedirles que lo ayuden a poner orden, se encuentra con que le responden de mala manera, e incluso, se ha llegado al caso de que lo golpean. Y el director del colegio o liceo no puede hacer nada, porque también lo amenazan.
Papá, pero alguien tiene que poner orden. Lo que nos pasó hoy puedo ser muy grave. ¿Y qué hace el Presidente?
Hijo yo creo que al presidente le importa muy poco lo que sucede en nuestras carreteras. El vive aplaudiendo todos los años el gran saqueo de Caracas del año 89. Lo que nos está pasando, es que lo que antes solo sucedía en algunos barrios muy violentos, ahora pasa en cualquier plaza, calle o carretera. Es algo así como que las leyes de esos barrios se están apoderaron de las ciudades y del país.
Papá, ¿lo que le pasa a la gente buena de esos barrios nos va a pasar a todos nosotros?
Por ahora parece que sí hijo. Cada quién defiende lo suyo nada más. No mira para los lados. Cuando las leyes de un barrio peligroso son las leyes del país, significa que el “Lumpen” es el que manda.
Papá, ¿y qué es eso del Lumpen? El Lumpen es gente sin principios comandada por personas muy malas.
Hijo, hay un célebre hombre llamado Lope de Vega que escribió un gran cuento que ocurrió en un pueblo llamado Fuenteovejuna, donde había un jefe que trataba muy mal a la gente, y de paso, se aprovechaba de sus mujeres. Un día, uno de los afectados por el abuso de ese Jefe, se molestó tanto que lo buscó y lo mató. Vino un juez muy importante a poner orden y buscar al culpable para enjuiciarlo. Empezó preguntando: ¿quién mató al Jefe? Se escuchó una sola respuesta: Fuenteovejuna señor. Y el preguntó: ¿quién es Fuenteovejuna? Y la respuesta fue: el pueblo, señor.
En todos los pueblos hijo, existen grupos que no quiere reglas, que no les importa lo que le pasa a los demás, y que cada vez que pueden abusan de los más débiles. La única manera de salir de esa situación, es que el pueblo ponga en su sitio al Lumpen, como hizo Fuenteovejuna con aquel Jefe malo.
Papá, ¿y quiénes son los jefes del Lumpen?
Hijo, al parecer, el Presidente y muchos de sus Ministros, Gobernadores y Alcaldes.
Papá, entonces la cosa no pinta fácil, ¿verdad?
El papá, ya extenuado y con un dolor de cabeza “in crescendo”, se pregunta: y cómo hará la maestra de ese barrio de Morón para explicarle a sus alumnos el por qué algunos de sus padres estuvieron saqueando en la noche anterior. Difícil, ¿verdad?
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