Por Iñaki Gainzarain
La cúpula militar nacida del Pacto Militar del Samán de Güere es una manzana podrida. No se debe perder el tiempo hablándoles a sus comandantes, en su mayoría, rozagantes y llenos de kilates. A quien hay que hablarle es a los MACATES, es decir, a los mayores, capitanes y tenientes.
El caso chileno puede ayudar un poco a ilustrarle el tema a los MACATES.
Cuando el Sr. Pinochet se vio obligado a entregar el poder político en 1990, a raíz del plebiscito de 1988, puso una condición nada despreciable: me nombran Jefe de la fuerza armada. Como dirían en leguaje popular: “simplemente pidió una vainita pa no sentirse abandonado por la suerte”.
Pinochet, hombre de confianza de Allende en el ámbito militar, tomó el poder por la fuerza en septiembre 1973. Luego de 17 años de dictadura se vio obligado a permitir una salida política hacia la democracia (1990). Se mantuvo en la jefatura del poder militar hasta 1998. Fue Senador vitalicio a partir de marzo del año 1998. Todo marchaba según su plan, hasta que se le atravesó, como a todo cochino, su “sábado”. En septiembre de ese mismo año, al bajarse del avión en Londres, como parte de su programa de turismo salud, lo pararon, lo esposaron, y lo marcaron para siempre. El viaje de salud devino en una procesión hacia su calvario:
Pinochet sobrevaloró el poder que tenía. Se creyó “intocable”. Apostó a que la sucesión de comandantes lo mantendrían protegido de cualquier locura de los civiles locales. Nunca entendió el concepto de Aldea Global. Sin embargo, cuando el viejo dictador se volvió anciano, se encontró con que los que detentaban los cargos del alto mando ya no le profesaban ni admiración ni obediencia ciega. Estos eran los militares jóvenes de su época dorada en el poder total. Eran los mayores, capitanes y tenientes. Eran los MACATES, oficiales bajos y medios, que una vez en la cúpula militar, facilitaron el viaje del “Gorila Blanco” a las cortes que lo enjuiciaron y sentenciaron.
Nosotros tenemos a nuestro Gorila Bananero siglo 21.
Ése que cree que ni el cáncer es capaz de arrodillarlo ante su fosa. Ése que le ha regalado la espada de Bolívar a la escoria de los dictadores contemporáneos. Ése que en el 2003 le entregó el honor de las instituciones a Fidel. Ése que ordenó la institucionalización del “fraude electoral”. Ése que inauguró el “apartheid electrónico”. Ése que dijo que “10 es nota y lo demás es lujo”. Ése que afirmó que hay casos en los que se debe justificar que la gente robe. Ése que pierde la reforma constitucional y al día siguiente la empieza a imponer. Ése que ha entregado la soberanía nacional a las cúpulas del narcotráfico. Ése que ha convertido las políticas públicas en “loterías”. Ése que lo único que ha instituido es el resentimiento y la sed de venganza. Ése que destrozó la educación y la sustituyó por “títulos express”. Ése que aniquiló la meritocracia, y en su lugar exacerbó la viveza criolla con su cuota obligada de fidelidad perruna. Ése que entregó a PDVSA a los chinos. Ése, que ha permitido que más de 150.000 familias se hayan topado con la muerte en su forma más horrible.
Nuestro sátrapa, suerte de metamorfosis macondiana del personaje representado en el “Otoño del Patriarca” (*), ha colocado a los integrantes de la fuerza armada en situaciones embarazosas, por decir lo menos. Ha puesto a la oficialidad a recibir órdenes de agentes extranjeros. Ha humillado el honor de cualquier militar honesto. Ha puesto a los comandantes a ordenar a sus subordinados el trabajo sucio. Ha pasado a retiro forzado a cualquier sospechoso de tener criterios propios.
Los mayores, capitanes y tenientes se han visto inmersos en la faena de violar la constitución nacional diariamente, con sus asaltos por la fuerza, de fincas, fábricas, tiendas, edificios, estacionamientos.
Peor estos subordinados, como aquellos del Gorila Blanco, también observan como sus jefes estrenan carros, casas, aviones, yates,… Ven como viajan, gastan y juegan. Ven como se disfrazan de revolucionarios y al día siguiente se visten de marca.
Ven como bajan la cabeza ante el Patriarca y la troika extranjera que lo acompaña.
Pero también saben que ya no se puede esgrimir la obediencia debida cuando se ejecuta una orden superior inmoral, inconstitucional. Ellos conocen que es el Tribunal de la Haya.
Toca por tanto, que la sociedad les hable a los MACATES claro y fuerte.
Los MACATES deben sentir el peso de la honorabilidad, que no es otro que asumir la responsabilidad ante la historia y la Patria.(*) ¿Tendrá García Márquez la honestidad moral, como para reconocer que su frankenstein, ese que nació de los gorilas que estudió durante 17 años para escribir esa gran obra, ha sido superado por sátrapas de verbo fantástico, todavía hoy, vivitos y coleando, como el que para mala suerte del escritor, aparece con él, en uniforme de gala, en diálogo fresco y mundano? casa por cárcel, congelamiento de cuentas bancarias, juicio público, familia señalada por la sociedad mundial, y pare de contar.
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